miércoles, 20 de julio de 2011

Esa noche.

Ahí estaba yo, esa noche, sentada en el borde de la cama, esperándolo…
Lo conocí cuando solo tenía 11 años, no nos dirigíamos la palabra, solo lo conocía de vista, pues en realidad era amigo de mi hermana Daphne. Yo entraba a primer año en Howgarts mientras que él empezaba el tercero.
Cuando lo vi por primera vez, era tal y como lo describía la mayoría de mis compañeros: pedante, grosero, presumido, creído, patán… Pero aun así tenía a muchas a sus pies, incluida mi hermana. Era como si el fuera el príncipe de Slytherin ¡bah! ¿Cómo podría ser nuestro soberano un sujeto tan engreído e inútil?
Cuando estaba en cuarto año, fue cuando me detuve a verlo un poco mejor:
estaba sentada estudiando Defensa contra las Artes Oscuras y él estaba en el sillón de enfrente. Miraba distraído el fuego de la chimenea, como si estuviera muy preocupado y tenía un aura bastante misteriosa, como si cargara con algo muy pesado en su alma. De repente, mi libro resbaló de mis manos. Me incliné para recogerlo y él, suponiendo que quería tomarlo, posó su mano… sobre la mía. La retiré rápidamente y subí el rostro. Me encontré con un par de ojos color mercurio que desembocaban un toque de dolor, mirando mis ojos verdes.
-Gracias
Fue lo único que se me ocurrió decir antes de ruborizarme y salir despavorida de la sala común.
En ese momento me daba igual que hace un par de años, incluso un par de meses también, hubiera caído en la tentación de una leona. Sí, el mismísimo rey de Slytherin saliendo con una Gryffindor. A todas las serpientes nos decepcionó mucho su "traición", y aún más cuando Blaise Zabini cayó también en el mismo veneno. A lo mejor era una serpiente, y el sombrero seleccionador se equivocó en su día.
Después de la derrota de Quien-no-debe-ser-nombrado, el colegio volvió a su normalidad. Yo estaba en sexto año y el iba a reponer el séptimo. Comenzamos a conversar seguidamente. Y fue cuando un día antes de vacaciones de verano, bajó un enorme árbol que nos cubría del sol, nos dimos el primer beso.
Y ahí estaba, esa noche, sentada en el borde de su cama, esperando a que llegara…
Tres años después, en un lujoso restaurante, se arrodilló caballerosamente y me ofreció una enorme sortija pidiéndome ser su esposa. Por supuesto acepté.
A pesar del descontento de mis padres, sigo aquí, amándolo como el primer día.
En realidad, él ha cambiado. Ya no es el patán egocéntrico y prejuicioso que conocí; ahora mas bien es comprensivo, caballeroso… no es todo un Don Juan que conquista a las mujeres con sus palabras y sus detalles, pero ¿qué se puede hacer? ¡Nadie es perfecto! Y menos él…
Y yo seguía ahí, en nuestra habitación, sentada en el borde de NUESTRA cama, esperando a que llegara a mi lado…
Observé mi vestido. Es blanco y con bonitos adornos, como debe ser un vestido de novia. Al verlo, me sentía afortunada por haber hecho que un rubio cabeza de chorlito cambiara significativamente.
-¿Qué haces ahí sentada?
-Esperándote… -dije, poniéndome en pie- Ya estoy lista
-Tranquila, solo relajate… lo haré con cuidado
Draco se acercó, me tomó entre sus brazos y beso mis labios. Lentamente se deshizo del vestido mientras yo me ocupaba de su camisa. Me recostó suavemente sobre la cama y se posó encima de mi.
Esa noche, dejamos de ser él y yo… fuimos uno solo.
Att: Daphne Greengrass.

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