miércoles, 20 de julio de 2011

Cobarde.

Sí, mi nombre es conocido, mi comportamiento criticado hasta el hastío, mi fama ha crecido como traidor, como el más leal, como la víctima y el victimario, Severus Snape.
Contar mi vida, ¿para qué?, llena de actos que unos quieren ver como heroicos y otros como viles traiciones. Solamente yo sé a que obedece cada uno de mis pasos. Que tuve oportunidades de ser mejor… ¿Qué es ser mejor?, ¿Brillar a la luz pública?, ¿Jugar de héroe ante los demás?, No, jamás busqué eso, como tampoco busque ser el intermediario entre la luz y la oscuridad. La vida nos coloca y ese fue mi destino, destino que acepto sin pedir una explicación.
Siempre callado, siempre vigilante de mí alrededor, esperando una señal y midiendo mis palabras, confundo a muchos y exaspero a otros…sí, esa es mi gran virtud. ¿Siempre fui axial? No lo sé, tal vez la soledad estuvo siempre a mi lado y yo, sin darme cuenta, hasta que terminé por aceptarle y ella permaneció conmigo. No, no podía ser de otra forma, cuando parecía que una luz podría aparecer, simplemente se esfumó. No me quejo porque me conozco, soy capaz de lastimarla más que de hacerla dichosa y es mejor continuar en las aras de un destino solitario que verla marchitarse a mi lado.
Hasta hoy duele su partida. Él la arrancó de mi vida primero, la dejé ir sin querer pelear y cada amanecer me pregunto que hubiera sido si…No, no tiene caso. Es una estupidez recurrir al pasado cuando el presente no es lo que esperábamos. Cobarde, sí, tal vez esa fue mi peor cobardía, la única, no levantarme y estar ahí para ella, no, dejé que la alejaran de mí como el agua que fluye. Ahí estaba yo: impávido, indiferente, con el orgullo en mis manos y apuñalando mi corazón para obligarlo a no sentir. Todo fue en vano, lo apuñalé, sí, pero al mismo tiempo por cada herida penetraba ella más y más, haciéndola profunda en mí, dulce dolor que nunca pude separar de mi.
-¡No necesito que me defiendas, sangre sucia!-fue lo que exclamé y esas palabras me pesaron toda mi vida al ver la decepción en su mirada. El mal estaba hecho ya, imposible volver atrás, al menos para mí.
Pero el Amo de la Oscuridad fue implacable, la tomó en vilo para jugar con su vida, esa vida tan sagrada como prohibida para mí. En ese entonces ella pertenecía a otro y yo, ensombrecido aún por mi cobardía al haberla perdido sin haber sido mía, me regocijaba en el placer de verlo destruido, aniquilado por el Avada Kedavra que de la varita saldría y lo dejaría inerte, como marioneta sin hilos ante los ojos de dolor de quien yo amaba.
-¡Avada Kedavra! -Rugió la seca voz de la maldad al  decir tan temidas palabras por mí.
Frágil error creer que él me haría caso, que oiría las palabras de un simple seguidor, NO, no lo hizo, su egoísmo y sed de poder lo llevaban a quitar los obstáculos que tenía frente suyo, ella, Lily era uno de los más grandes. Tres veces desafiado, tres veces rechazado. La ira colmaba su rostro cuando los vio a los ojos y ahí estaba ella, luchando por su tesoro más amado, tesoro que me laceraba el alma. Minutos, solo breves instantes para verla desvanecida después del rayo cruzar su cuerpo, pálida, etérea, así estaba cuando lloré ahogadamente su muerte. Las lágrimas manaban como torrente pero ninguna cruzó mi mejilla, todas las absorbió mi agonizante interior que se iba con ella en ese preciso instante.
La esperanza huyó de mí acompañando a Lily en su viaje, la desesperación se apostó a mi alrededor y no hice nada por echarla. Mi cabeza dio interminables vueltas, la profecía se cumplía y yo no hallaba mi lugar en ninguna parte. Oía una voz diciendo: Severus: ven con nosotros y no lo pensé mucho. Él me la había arrebatado, entonces yo lo haría fracasar y saborear la hiel amarga de la derrota, pondría mil piedras en su camino para hacerlo caer, esta vez no estaba solo. El imperio tenebroso se desvaneció como castillo de arena mientras yo miraba impasible su deceso.
Las dudas se cernían a mi paso, la sombra del que-no-debe-ser-nombrado me perseguía y yo no intenté defenderme jamás. Una mueca sardónica cruzaba mi faz cuando alguien exclamaba algo al respecto. Finalmente yo era mi propio juez. Años pasaron y todo parecía dormir entre a calma que precede a la tormenta, a la guerra. Once años en comprada paz. Llegó el día en que mi miedo volvió a latir al saber que un pedazo de ella estaría cerca, aquel por el que ella dio todo, incluso su vida. Secretamente lo odie por existir, por hacerla amarlo tanto que prefiriera la muerte a que fuera dañado. Me resistí a todo, pero sabía que en el fondo, él era parte de ella y eso bastaba para que yo cediera.
Incansable empezó la lucha desde entonces, rumores de que Él estaba de nuevo entre nosotros surgieron y yo lo esperaba, sabía perfectamente que no sería destruido fácilmente y que regresaría clamando venganza a quienes en su momento le dimos la espalda, solo que Él no imaginaba que mi fidelidad lo había abandonado la noche misma en que mató a Lily Evans.
Hice que confiara, de un lado y de otro los planes se urdían callados pero palpables, niños enfrentando magia antigua y poderosa, ambicioso proceder. Nuevamente la duda cayó sobre mí pero esta vez fueron los mortífagos quienes secretamente a voces querían una prueba, el juramento inquebrantable se pronunció esa noche y no tuve miedo, mi alma estaba vendida ya desde hace tiempo, lo que viniera no era lo peor. Defender a un adolescente atormentado tanto o mas que yo, matar a quien confío en mi y al que jamás agradecí; sin duda algo complicado.
El momento esperado llegó y mi varita se levantó poderosa pronunciando lo impronunciable, lo prohibido en contra de un mago poderoso, pero apegado a su destino. Silencio de nuevo, habría que continuar la farsa y escapar como lo que yo sentía ya que era: un cobarde.
La hora final llega ya, veo ahora esos ojos verdes, los mismos que me dieron paz, esperanza, amor. Los veo en él, en su hijo, quien me mira porque acabo de pedírselo y a través de todo la veo a ella, mi paz ha regresado a mí.
-¡Severus! -se desgarra la voz de Harry al comprobar que Snape ha muerto mientras las miradas de los demás dejan de juzgarlo ya para dar paso a una sensación parecida al agradecimiento.
Att: Severus Snape

No hay comentarios: